Referente de la arquitectura de bodegas.

“Podría decir que siempre fui arquitecto”, comienza diciendo Mario Yanzón, indiscutido referente de la arquitectura de Mendoza. “Me acuerdo que dibujaba las casas de cuando era un niño, las que visitaba, donde había vivido… e incluso ahora, todavía, las podría dibujar. Siempre tuve una gran capacidad de observación para lo que era la espacialidad, la funcionalidad, lo que se vivía en las casas de aquellos momentos. Creo que desde siempre fui arquitecto”.

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De San Juan a Mendoza. Del estudiante de arquitectura al renombrado profesional que encabeza el estudio Bórmida-Yanzón, junto a su esposa Eliana Bórmida y su hija Luisa Yanzón. Una marca registrada de la arquitectura de bodegas en Mendoza y la región. Un apasionado que reconoce que su gran inspiración es el paisaje.

Para celebrar el Día del Arquitecto, Vanguarvid dialogó con Mario Yanzón. Una charla distendida y profunda, un recorrido por sus grandes obras y un mensaje final para los jóvenes que se sienten atraídos por la arquitectura.

Ser arquitecto en la tierra del vino

¿Mario Yanzón quiso ser arquitecto de bodegas o la vitivinicultura lo eligió a él? “Vengo de familia vitivinícola… la bodega Yanzón, de San Juan. De ahí me quedaron resabios de una vida cercana a la bodega”, empieza relatando Mario. Después, ya en Mendoza, recibido de arquitecto participó en el diseño de grandes casas, muchas en el campo y se empezó a vincular con el mundo del vino y los viñedos. Mario recuerda que, allá por los ’90, hicieron una remodelación muy importante en Trapiche y fue el punto de contacto con la familia Pulenta. Luego, conocieron al holandés Mijndert Pon “y terminamos haciendo Salentein”. Primero fue la bodega, luego Killka, más tarde la Capilla de la Gratitud, así nació ese gran complejo emblemático del Valle de Uco. “Después de Salentein, cuando uno se porta bien, vino Séptima”. Después, O’Fournier, Atamisque, Sophenia, Diamandes, “y tantas otras bodegas que hemos hecho”, rememora el arquitecto Yanzón, responsable con su estudio de más de 40 proyectos vinculados a la vitivinicultura en Argentina.

Humildemente, Mario se anima a decir: “Una vez una señora me dijo, ustedes han cambiado la vitivinicultura de Mendoza. Y un poquito sí, yo creo que sí”. Y continúa señalando que la arquitectura de bodegas también contribuyó a la expansión del turismo vitivinícola. “Mucha gente que nos visita, no solo viene a tomar vino, también se siente motivada por la arquitectura y el diseño de las bodegas”.

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El paisaje como fuente de inspiración

Diseñar una bodega implica idear un establecimiento que cumpla con todos los requerimientos para elaborar vinos, pero sabemos que es mucho más que un edificio de índole industrial. Cada bodega busca expresar una identidad que no solo estará dada por los vinos que allí se producen, sino por esa imagen única que son capaces de proyectar.

“Fundamentalmente el desafío comienza con el propietario, quien tiene que dar pautas claras de lo que pretende, de la capacidad de su bodega, desde miles a millones de litros. Luego, es clave el paisaje. No es tirar un edificio en el paisaje, es integrarlo con la tierra. Integrar viñedos y construcción, espacios y jardines. Después, otra persona muy importante es el enólogo, porque nosotros tenemos que interpretar lo que los enólogos quieren y necesitan para poder crear la obra de arquitectura”, comenta Mario al consultarle sobre las implicancias de diseñar una bodega.

Esa interpretación de necesidades técnicas, emociones y sueños que han de fundirse armoniosamente con el paisaje requiere, además, de una constante actualización, porque las demandas cambian, las formas de elaboración se modifican y aparecen tendencias como las pequeñas vasijas de hormigón o las salas para las microvinificaciones.

“Nos tenemos que adaptar a las tendencias enológicas y ser capaces de acompañar a esa bodega en su deseo de elaborar el mejor vino. Nosotros contentísimos porque, en definitiva, trabajamos con una libertad maravillosa, y con el compromiso de dejar conformes y felices a los propietarios y que su bodega no se parezca a ninguna otra. Porque los vinos no se van a parecer a los del vecino, entonces los vinos y la bodega tienen que ser totalmente originales, individuales, en el paisaje, en la boca, en todo”, resume el arquitecto Yanzón.

E insiste sobre el paisaje como fuente de inspiración y nos cuenta otra anécdota: “Cuando diseñamos Atamisque teníamos la certeza de que no podíamos romper el paisaje. ¿Qué pasaría si hacíamos una cosa blanca o azul? ¡Sería un desastre! Por eso, hicimos una bodega que te deja ver el paisaje y después descubres Atamisque. Pusimos techos de laja, el color de la bodega es igual a la tierra y los ‘yuyos’ que la circundan. La bodega pasó a ser un elemento dentro del paisaje, pero sin primar sobre él”.

La charla transcurre con la reseña de otra obra memorable como bodega O’Fournier (hoy Alfa Crux) para la cual se les pidió algo audaz, que rompiera con todos los esquemas, que mostrara la arquitectura del Nuevo Mundo.

Hasta que volvimos a Séptima y nos animamos a preguntarle si era verdad o mito que él mismo había recorrido la montaña para elegir las piedras que caracterizan a la bodega. Mario se ríe un poco con la pregunta y luego, nos cuenta: “Tampoco recorrí tanta montaña. No era necesario. Porque cerca de Séptima, camino a Potrerillos, hay una cantera muy importante. Y fue ver las piedras de allí y quedamos derretidos”. Nos cuenta que los catalanes querían una bodega de chapa, una bodega metálica, una “heladera”. Entonces, “les dijimos que no, nos pusimos firmes y les propusimos una construcción que fuera un boom latinoamericano. Por eso están las escalinatas, y esos muros de 14 metros de altura, en donde empezamos con rocas y terminamos con piedras más pequeñas. Fue así como los convencimos. Se dieron cuenta que iba a ser una obra totalmente diferente en el mundo. Y así nació Séptima”.

Las obras de Mario Yanzón y de su estudio de arquitectura han trascendido las fronteras de Mendoza y de Argentina. Han diseñado bodegas para México, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Portugal.

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La pasión como motor vital

“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”, con esa frase de Albert Einstein, Mario empieza a hablarnos de su manera de vivir la arquitectura. Y no solo nos habla de creatividad, también es enfático en la importancia de hacer todo con pasión. “Cuando ponés pasión en lo que haces, todo resulta bien, y parece que no trabajas. La gran diferencia de ser creativo y hacerlo con pasión es que no sientes que estás trabajando. Todo es más divertido. Y al final de los procesos, solo queda el recuerdo de los mejores momentos”, expresa con convicción el arquitecto Yanzón.

Al joven interesado en la arquitectura, Mario lo invita a vivir la profesión con pasión. “Yo he sido profesor de paisajismo y les decía a mis alumnos ‘no vengas con ideas, las ideas en arquitectura se dibujan, no me cuentes lo que piensas hacer, hacelo”. Y al promediar la charla, el arquitecto cuenta que disfruta trabajando en equipo con la gente joven, en donde todos aportan su visión, su creatividad y en el hacer colectivo todos resultan enriquecidos.

¡Desde Vanguarvid saludamos a todos los arquitectos en su día!